miércoles, octubre 25, 2006

EL MISTERIO DE LA MUERTE


El tema de la muerte ha sido objeto de reflexión y ha interesado a la filosofía a través de muchos pensadores desde distintas posiciones del pensamiento. A continuación señalaré algunas sobre las cuales se puede sin duda profundizar a través de sus comentarios.

La Filosofía tiene como objeto de reflexión el hombre y todo lo que a este le acontece, todo lo que a este le afecta, y la muerte es un misterio que le es intrínseco, pues el hombre por el solo hecho de estar vivo la muerte le afecta; la suya y la de los demás, pues ve por experiencia de los otros, la propia muerte.

La muerte se vive indirectamente, pues se vive a través del prójimo, ver al otro muerto, y saber que en esta vida jamás veré otra vez, su cuerpo animado. La muerte hace aparecer el cadáver. Con todo, el cadáver es más que una cosa inanimada y solo se comprende desde la vida. En rigor podríamos decir que el misterio de la muerte no ha sido revelado en su totalidad al hombre, pues no conocemos la muerte, sino que solo cadáveres.
La muerte se presenta como el fin de la biografía humana, la muerte es una presencia continua en la vida humana. La muerte no es solo un “término” al que nos encaminamos, sino una realidad que opera en nuestro interior desde el primer instante de nuestra existencia. Morir no es una confrontación con la muerte o encuentro con la muerte, la muerte está ahí siempre, no se presenta, pues como no es de aquí, no se ausenta. En sentido estricto nos caminamos hacia la muerte, la muerte está detrás de nosotros y nos “elige” en cualquier momento.

La muerte nos agobia porque es el fin, es la paradoja de saber la suprema posibilidad de la existencia y no poder remediarla, conocer su silueta, no su forma, ni su fondo a cabalidad, justamente porque es un misterio y a los hombres les cuesta respetar los misterios; creemos que todos son problemas con solución. El misterio por definición no tiene solución, que se presenta como paradoja, pues la muerte es íntima al hombre.

Lo agobiante es saberla como un irremediable, que es un destino que no podemos controlar, que es la extinción del yo, de mi propia personalidad, de los que amamos, después de eso: la ausencia absoluta del yo.
La muerte nos angustia porque no la podemos controlar, no la podemos analizar ni hacer proyectos en ella, después de la muerte surge la incertidumbre, la conciencia se apaga, se acaba el mundo y lo material se corrompe, mi preciado cuerpo se desintegra.

La muerte le es natural a la vida, al igual que el nacimiento, ambos son recíprocos e inversos. Todos nuestros actos biológicos (comer, dormir, respirar) nos evitan de manera directa o indirecta morir, pero la muerte siempre se impone sobre nosotros.

La muerte no es algo accidental que le llega desde fuera, la muerte no es una noticia que pueda sorprendernos, es un ingrediente principal y constante de nuestra vida. La muerte es algo que sabemos junto con sabernos, la muerte es un conocimiento que nos viene junto con la intuición de la certeza de que existimos, es la posibilidad suprema en la existencia humana, de mi existencia humana: nadie puede sustituirme en el acto de mi muerte, pues nadie puede sustituirme en mi existencia, es mía: mi vida, mi muerte, es personal, única.

Recapitulemos y agregemos,

  • La muerte es un misterio. La vida es un misterio que se devela con la muerte. La muerte no es un problema que pueda ser resuelto, es un misterio en el cual estamos inmersos: metidos y comprometidos. (distinción marceliana entre problema y misterio)
  • Querer mi propia muerte: El suicidio. A. Camus (el único problema real de la filosofía y que vale la pena discutir, señalaba el francés), E. M. Ciorán (lo importante en el suicidio señala el rumano, no es matarse, sino saberse perfectamente libre para hacerlo. Lo importante no es el suicidio, sino el saberse libre) , Séneca (el estoico nos señala que grande de espíritu es el hombre que es capaz de inventarse una muerte diferente a la dada), A. Schopenhauer (el romántico pesimista alemán nos señala que el suicidio es inútil si queremos escapar de la esclavitud de la Voluntad, que en Schopenhauer viene a ser una suerte de nóumeno kantiano. El suicida no es que odie la vida, sino que no acepta las condiciones que esta le impone, no es que quiera morir, sino que en realidad quiere una vida que no se identifique con el dolor. El suicidio es la intención de poner fin a la esclavitud de la Voluntad, pero al suicidarse se sigue deseando otro estado distinto al del sufrimiento)
  • “Toda vida es un fracaso”: Unamuno (“Cartas”, la temporalidad como lo inasible como lo incontrolable al igual que la muerte “el tiempo incontrolable y la muerte inexorable”, la conciencia de la finitud como realidad, la espera de la muerte, la esperanza en la vida eterna)
  • El dolor puede ser definido como un daño consciente, es decir, junto con la sensación de dolor hay una conciencia de que se está padeciendo dicho mal. El sufrimiento se refiere a un dolor interior.
  • El hombre sufre porque su vida implica la posibilidad cierta de verse afectado, tanto física como moralmente, por distintos males. El sufrimiento es parte integrante de nuestras vidas.
  • Se debe comprender que la felicidad en este mundo no implica una vida puramente placentera y libre do todo sufrimiento, sino que quien es feliz, lo es aún enfrentado y otorgándole un sentido al dolor.

    Otros autores


Francisco de Quevedo (Madrid 1580-1645) dice: Ningún hombre muere de repente, ¿Cómo podría morir de repente quien desde que nace ve que va corriendo por la vida y lleva consigo la muerte?
¿Por qué cuando se trata de la muerte hacen falta filósofos para recordarnos lo que ya sabemos?

Jean-Paul Sartre (París 1905-1980) "(...) porfiaba contra el sentido común diciendo que rechazaba la muerte con todas sus fuerzas; no le producía sino repulsión, indignación y rebeldía. No le sirvió al final. Cuando murió, los parisienses le rindieron un homenaje espectacular, enormes columnas de personas acompañaron el funeral. A un niño que seguía el interminable desfile alguien le preguntó de qué se trataba. El niño habría contestado: “Une manif contre la mort de Sartre” (Una manifestación contra la muerte de Sartre). El filósofo no derrota la muerte pero deja discípulos".(Carla Cordua, Cabos Sueltos)

Esta velada preocupación, casi tabú, (se evade porque es un misterio, el hombre no lo puede resolver es un seguro sufrimiento que no puede controlar) llena de angustia al hombre, el afán de escapar de la muerte llena al hombre de una sorda inquietud, de aquí nace la angustia radical del hombre: la permanente amenaza sobre la existencia del hombre, la pérdida total de la existencia, el saberse finito, vulnerable, el saberse mortal.

El hombre común trata de ocultarse la muerte en lo posible; se dice: La muerte llega, ciertamente, pero por lo pronto no. Con este “pero…” el hombre niega su certeza de la muerte, certeza dada al caer en cuenta de su existencia. El hombre encubre así, lo peculiar de la certeza de la muerte: que es posible en todo instante. Es por eso que Martin Heidegger decía: “Cuando nacemos ya somos lo suficientemente viejos para morir”, la muerte esta siempre con nosotros, no se encuentra al final del camino, está en todo momento. El pasado es lo que ha desaparecido ya, el presente es la fuga perpetua delante de esta muerte que nos pisa los talones.
El hombre, según este mismo autor es un “ser-para-morir”. También el animal camina inexorablemente hacia la muerte. Pero el sentido trágico de la existencia del hombre radica en que para él ese avanzar es consciente, el hombre tiene conciencia de la muerte, sabe que va a morir.
Es vital comprender que el sufrimiento en general no es un hecho extraño, sino más bien una posibilidad cierta del hombre en virtud de su naturaleza por lo tanto es menester comprender también que lo importante no es evitar el sufrimiento sino darle un sentido, una posibilidad de crecimiento.

“Ahora bien, es evidente por lo dicho anteriormente que la tristeza proviene de un mal presente, el cual, por lo mismo que es opuesto al movimiento de la voluntad, agrava el ánimo, en cuanto le impide disfrutar de lo que quiere” (Santo Tomás, Suma Teológica I-II, q. 37, a.2).

Ahora bien, ¿Qué hacer frente a esta angustia? Y a la muerte en particular, ¿Cómo superarla?: nos aventuraremos a dar una respuesta: enfrentándose a la muerte; a través del conocimiento, la vivencia, tratar de conocerla, aunque en rigor se presenta como poco probable por su condición de misterio. Desde la Filosofía de Santo Tomás de Aquino podemos decir que, así Dios en su amor infinito ha ido revelando lentamente al hombre, a través del tiempo que la muerte no es lo último en la vida del hombre, sino que existe una “resurrección de los muertos”. ( Pues requisito para resucitar es estar muerto…)
Ahora bien, solamente Dios nos puede dar una respuesta frente al misterio de la muerte, que en sentido estricto no es un problema, sino un misterio. De esto podemos decir que tal como Cristo conoció las amarguras de la vida y de la muerte, las asumió y así nos ha revelado el sentido de la vida y de la muerte y la forma en que debemos afrontarla, con confianza en la promesa, la muerte debe ser para nosotros como para Jesús una forma de asumir la vida. Así Jesús nos dio una enseñanza acerca de la muerte, que podemos convertir la fatalidad de la muerte en libertad.

Mensaje para los futuros profesionales de la salud

Así ustedes, en razón de lo anterior, pueden sentirse llamados a compartir y a tomar en sus manos el último instante de sus pacientes, con respeto con responsabilidad, y con la mayor entrega posible. En una primera instancia sabemos que deben hacer todo por el bien común de sus pacientes y sus familias, de preservar y salvar sus vidas, que no es poca responsabilidad, pero si por circunstancias ajenas, por voluntad divina, pero nunca por descuido, falta de trabajo o dedicación, un paciente pierde la vida mientras ustedes lo asistían, deben recordar la enseñanza de Cristo que la muerte sea una liberación, ayudar a hacer más digno el último momento, ustedes no tendrán la vida de esa persona en sus manos, tendrán el último instante de su vida y ustedes deben ser capaces de hacerse cargo de él con valentía y con fuerza y con la convicción que están dando lo mejor de ustedes, teniendo en cuenta que ninguna muerte es anónima, toda persona es digna y tiene un nombre y ustedes han adquirido el compromiso de acoger los últimos momentos de vida de los pacientes. Cada momento final tiene un nombre, una historia, una biografía y ustedes asisten al último momento. Asistir al último momento no es un fracaso, la muerte no es un fracaso: el único fracaso es el olvido.

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