martes, abril 24, 2007

EL CONCEPTO DE VERDAD. UNA MIRADA HISTÓRICA





AL HOMBRE LE HA IMPORTADO SIEMPRE SABER A QUE ATENERSE RESPECTO AL MUNDO Y A SÍ MISMO.

El entendimiento humano, con respecto al conocimiento de lo real y la verdad, tiene dos dimensiones importantes:

La de sola contemplación de la verdad descubierta en las cosas
La de la proyección de la verdad en su acción. La acción, el querer la verdad y lo verdadero y elegir finalmente la verdad y lo verdadero.

ASÍ LA VERDAD ES REMITIDA A UNA ESFERA ESTRICTAMENTE HUMANA, LA IDEA DE QUE EL HOMBRE ES UN SER CAPAZ DE VERDAD (pRINCIPIO SUPRATEMPORAL). ESTO en la filosofía de santo tOmás DE AQUINO, FINALMENTE Y EN SU SUMO GRADO, equivale a decir que el hombre es capaz de Dios

En lo cotidiano, en el proceso de la inteligencia de las esencias de las cosas, la verdad establece una singular y esencial conexión entre el hombre y las cosas y entre el hombre y las cosas en su conjunto: la realidad.

La causa filosófica es que el hombre posee un “ALMA INTELECTIVA” es por este motivo, que por esencia CONOCE Y ENTIENDE su mundo interior y exterior, siendo capaz de tomar conciencia de lo que las cosas son en su verdad última e íntima (universalmente) y reflexionar al mismo tiempo, Conocer es Pensar en el hombre. Así, sólo se entiende, lo que se conoce; teniendo en cuenta finalmente que la verdad es el bien de la inteligencia

Mirada histórica del concepto de verdad

Aletheia: Los antiguos griegos entendieron la verdad como: des - ocultamiento, des - velamiento, des – cubrimiento, des – correr.

El conocer para los griegos constituía una función natural, congénita para ellos.
La verdad era algo que estaba allí y que a través del conocimiento se debía quitar estos velos que la ocultaban, llegar al centro, había que llegar a ella. La verdad no es otra cosa que el desocultamiento nos decía Heidegger, el ser des-velándose en el decir, en el logos o realizándose en él. Allí el ser del hombre se hace uno con el ser del mundo que se desvela.

Esto consiste en penetrar desde la confusión de la apariencia hacia la identidad.
A-letheia quitar el velo y maraña que intercepta la contemplación desnuda del ser.

Había en los griegos una unidad fundamental entre el ser y el decir, de la cual se constituía la verdad.

Adaequatio:

Aristóteles nos decía que la verdad era un Adaequatio, una adecuación entre el pensamiento y la realidad, entre el intelecto y la cosa.
Esto manifiesta que algo es verdadero no solo porque puede ser conocido, sino que por que lo que conozco se corresponde con la realidad. No solo tengo conocimiento del concepto caballo, sino que puedo juzgar que el caballo es un animal y que puede ser encontrado en la realidad (se corresponde con lo real). Esto no es posible para los sentidos, que ven, pero no saben si ven las cosas como son.
Esta era la posición de los escolásticos que la adopta Santo Tomás para explicar en que consiste este conocimiento de la Verdad intelectual.
Esto quería decir que para Aristóteles (y luego para Santo Tomás) la verdad era “objetiva” o sea, estaba en el objeto y yo solo tenía que describirlo. Ese objeto me “irradiaba” las cualidades, los accidentes en el sujeto.
Si la verdad de una cosa lo hace apto para ser entendido, siendo por ello sus formas inteligibles, o sea sus formas pueden ser conocidas y entendidas por el intelecto humano; también esta cosa será apta, estas condiciones lo harán apto para ser enseñado.

Todo lo que es conocido puede ser enseñado

“La opinión y la sospecha, al poder versar tanto sobre la verdad como sobre la falsedad, no son capaces de engendrar virtudes intelectuales”. (Santo Tomás de Aquino)

Lo que hace el solo enseñar conceptos, ideas, fechas, datos, opiniones, el solo entregar información con un afán enciclopédico o de erudición, con esta instrucción resentida de la Verdad, es distraer el intelecto y lo dirige finalmente hacia su propia muerte incapaz de satisfacer su ansia de saber, de conocer la Verdad.
En cambio la verdadera educación pretende que el educando alcance a formular juicios y que estos sean verdaderos.
Si la Educación tiene como alimento la Verdad tendrá también como misión suya desterrar el error en la mente del educando.

Así:
para la razón especulativa hay que enseñar la verdad y refutar el error
para la razón práctica alejar el mal e inducir el bien (la ética y el compromiso moral)
la Verdad fundada en la realidad de las cosas, entendida en plenitud por el docente y propuesta al educando, de manera que el mismo pueda descubrirla,(pues hay que recordar que el educando es el motor más importante en el proceso de la educación y él debe ser el agente del conocimiento) hecho que permite Educar en la verdad.

Los hebreos: no fueron conocedores, investigadores porque creían que la realidad era Dios.

Lo que hay es Dios, lo que existe es Dios, todo lo que hay demás que parece que hay no lo es en rigor, sino que es producto de la Voluntad de Dios.
Todo lo que va a pasarle a él y a sus seres queridos depende de los decretos inescrutables de Dios.
Si este hombre se siente en grave duda respecto a un orden de su vida hará algo, no se quedará quieto. ¿Qué hará? Razonar, analizar, inferir, probar, concluir…en modo alguno lo primero que hace es orar, dirigir una plegaria a Dios para que lo ilumine, le ponga en lo cierto.
Como la voluntad de Dios es incontrastable, no le queda al hombre sino un radical confiar en esa secreta voz divina, su decir a diferencia de los griegos no será un decir, un logos de la verdad, sino un amén (emunah): así será, que así sea, la realidad se convierte en futuro, no es, sino que será. Las cosas están en constante creación: son lo que Dios quiera en cada momento.

Época Moderna del pensamiento:

Sobre todo con Descartes, el tratamiento que tuvo el concepto de verdad en la época moderna, tuvo relación con un conocimiento claro y distinto que es propuesto como criterio de verdad por excelencia, lo evidente, una certeza marcada por la intuición. Esto quiere decir que la verdad conlleva su propio signo de tal. El concepto de verdad es un concepto evidente por sí mismo y que produce en el hombre la intuición de que tal cosa es verdad, pues estaba marcada por un sello claro, distinto y evidente.

El positivismo lógico: el pensamiento postmetafísico ha dicho que el problema de la verdad no existe. La verdad consta en la correcta conexión de ciertos signos lingüísticos, y que el problema de la verdad no es tal, no es un problema metafísico, sino que sería meramente una confusión lingüística.

El Escepticismo

El escepticismo tiene su origen en Grecia, y consta básicamente de postularse como una teoría sofista que niega la existencia de la verdad. A través de Gorgias se ha postulado el razonamiento más extremo del escepticismo el que dice de esta manera:

Nada es o nada existe (Negación ontológica)
Si algo existiese no podría ser conocido (Negación epistemológica)
Y si pudiese ser conocido, no podría ser comunicado (Negación lingüística)

1. Si negásemos que el ser humano es capaz de conocer la realidad en sí misma (Escepticismo), perderíamos todo referente objetivo respecto de la operación del conocer, tanto intelectual como sensitivo, y caeríamos en un relativismo y en un subjetivismo con graves consecuencias teóricas y prácticas.

2. Por lo tanto, deberíamos dudar de todas nuestras experiencias, pues no serían experiencias de la realidad sino que se reducirían a una elaboración personal, imposibilitada de salir de la propia subjetividad.

3. Entre las notas características de la persona existe una cierta subjetividad, una intimidad, ya que nadie puede experimentar mis vivencias en mi lugar, sin embargo, si negásemos toda referencia objetiva a la realidad, estas mismas experiencias serían absolutamente intransferibles, incluso verbalmente, no podrían ser comunicadas, sentimientos fundamentales del ser humano que le hacen ser quien es, en su entrega desinteresada no podrían ser experimentados por otros. (Ejemplo: Amor)

4. La existencia de la realidad, del mundo mismo y los hombres mismos, no sería más que una suposición una impresión, imposible de corroborar.

5. De lo anterior se sigue una serie dificultades lingüísticas y de la comunicación, pues si sólo hay conocimientos subjetivos, ni siquiera podríamos saber si al conversar con otra persona estamos hablando de lo mismo y por último existiría una incapacidad fundamental de hacer ciencia, pues no existiría un conocimiento objetivo.

6. En definitiva este conocimiento subjetivista es, en última instancia, la negación de la posibilidad de alcanzar una verdad, pues si la verdad se reduce a las impresiones subjetivas de las personas, sería una contradicción fundamental que exista dos verdades válidas en el mismo sentido y respecto de la misma cosa.

Relativismo y Neopragmatismo

1. Esta radical negación de la verdad repercute necesariamente en nuestra vida práctica, pues sin referentes objetivos se llega a un relativismo ético en el que no hay modo de hablar de bien y mal. Lo que para mí es bueno puede ser malo para ti; dicho de otro modo, nada es bueno o malo, todo depende del sujeto que lo considere de una u otra forma.

2. En este sentido debemos distinguir entre un relativismo epistemológico y un Relativismo moral. En el primero nos encontramos con la imposibilidad de acceder a cualquier certeza, pues el conocimiento de las cosas mismas está vacío de un contenido o una sustancia, siendo todo interpretable, todo relativo. Ésta es la clave hermenéutica de la Filosofía de nuestro tiempo, que negando la verdad no cree en ella y, en última instancia, no hay un interés por la verdad.

3. El relativismo moral tiene su fundamento en el primero, pues negando toda verdad
Objetiva (única verdad lógica), se niega la existencia de absolutos o de bienes universalmente conocibles, por lo que la moral debe reducirse a convicciones subjetivas; “ya que no hay nada malo o bueno en sí mismo con independencia de mi propia conciencia, será bueno lo que yo crea bueno y malo lo que yo crea malo”

4. Podríamos decir: Las consecuencias reales de este relativismo ético son tremendas, pero en última instancia implicaría vivir en una guerra de todos contra todos por la imposición de los propios intereses. El relativista debería aceptarlo todo, absolutamente todo, sin quejas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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